Por suerte, la Madre Tierra
carece de propietario,
de religión, de horario
y es ajena de tu guerra.
Es el humano quien yerra
por pensar que es al contrario
y se muestra temerario;
por eso, su mente cierra.
La Madre Tierra se fragua
por su propio movimiento
a ninguna ley sujeta.
Por eso, aro el agua,
trazo surcos en el viento
y quiero ser su poeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario